Administrar un conjunto residencial es de lo más fácil

Suministrada

Imagínese que un administrador tiene que enseñarles a algunos residentes hasta que sepan manejar los excrementos de sus perros, una vaina que se debe aprender en casa y luego se refuerza en la escuela o en el colegio.

En ocasiones, a un administrador le toca ponerse a solucionar pendejadas y no le queda tiempo de resolver cosas realmente importantes. Que el vecino hace mucha bulla con las prepagos que metió el fin de semana al ‘apartacho’, que Julano le da por partir panela a las 5 de la mañana, que Sultano se sintió ofendido porque el vigilante no le hizo la venia al saludar y que a perencejo le huele su apartamento a porqueriza y que por eso hay chulos y guales en su torre.

Por supuesto, tenemos derecho a quejarnos y hay residentes bien caspas -como en todo lado- pero basta estar 40 minutos en una oficina de administración de un conjunto para saber lo que es “vivir sabroso”. Eso es un manicomio, donde llega la mujer buenona diciendo que un residente la mira con ‘ganas’ y que se debe hacer una campaña con carteles por doquier. Sale ella de la oficina, y entra el señor a quejarse de que le parece  que sus vecinos trabajan como modelos Webcam; que al vecino de al lado, su llanta  le quedó pisando la línea divisoria en el parqueadero y que por eso es un burro y se ganó el pase en un tamal; que el perrito del vecino le latió al mío y ahora debo pagarle sicólogo al canino y yo  bien asado; que por favor le ayude a doña Pepita Pérez a encontrar -por las cámaras de video- los calzones que se le cayeron del noveno piso porque si no, viene su esposo y se la monta.

De primera mano, sé que a un(a) administrador(a) le pasa lo de un rector de Colegio: 24/7 solucionando chicharrones de todo tipo. Y como todos sabemos, si se aplica la ley, en Colombia los infractores cuando se emborrachan se la montan a quien los multó (si no es uniformado) o le hacen mala fama por las emisoras de la ciudad o hasta les hacen brujería.

Hay mucha gente buena en los conjuntos residenciales -la mayoría, normalmente- y algunos, se ponen de buena gente a colaborar con la administración, con buenas ideas entre otros y terminan siendo tildados de sapos, o hasta les sacan cuento de que están ganando comisión por algún servicio contratado.

A lo mejor, estos comportamientos se deben a que estamos en la época más estresante del año -aquí y en la Conchinchina- pero, lo que termina uno por concluir, es que además de profesores, los manicomios deben de estar atiborrados de administradores de conjuntos residenciales.

Autor: Luis K.

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